martes, 27 de octubre de 2009

Acontecimientos inusuales

Cada mañana, al levantarme, se repetía el mismo suceso. Un libro aparecía fuera de su lugar en mi pequeña biblioteca personal: “La metamorfosis” de Franz Kafka. Me lo cuestione en muchas ocasiones, ¿quién lo movía por la noche? Pero con el tiempo llegué a verlo como algo normal y rutinario.

Y así fue durante algunos meses. Hasta que un día el ejemplar apareció tirado en el piso. Cuando me acerqué a recogerlo observé atónito que una especie de coleóptero se escondía debajo del librero. Sentir que me miraba fijamente fue patético. Aunque más patética fue mi locura al pensar que se trataba del joven Gregorio Samsa.

Por muchos días le proveí de alimento y agua antes de irme a trabajar. Cuando regresaba a casa, el enorme escarabajo se asomaba, me miraba con agradecimiento y se volvía a ocultar. Pero una noche, al llegar de mi jornada laboral, no se asomó. Lo busqué por todos lados sin encontrarlo. Había desaparecido, al igual que la obra de Kafka.

Traté de ser realista y razonable. Pensé que se trataba de un caso de psiquiatría. Pero al siguiente día, al salir de mi hogar, se me acercó un joven de aspecto raro. Me regreso mi libro, agradeció mi tolerancia y relativismo. Luego comenzó alejarse agitando, para despedirse, uno de sus cuatro brazos.

viernes, 2 de octubre de 2009

La danza
Cansado de convivir con este mundo extraño, acelerado, intolerante y lleno de tensión. Donde todos juzgan y critican sin mirar el espejo de la autocritica. Decidí moverme a mi ritmo y a mi tiempo de tal manera que mande todas mis preocupaciones y ocupaciones a la porra. Me recosté a la sombra de un árbol y me relajé bajo el embrujo de unas delgadas hojas metálicas a tal grado que me quede dormido.

Desperté desnudo, mi cuerpo estaba entumecido por el frio. Abrí los ojos en medio de una densa oscuridad, sentí que alguien me miraba desde algún lado. Mi mente inquieta comenzó a recordarme miedos de mi infancia. De repente sentí que alguien se acercaba a mí, un escalofrió recorrió mi espalda. Mis piernas comenzaron a moverse, una sensación de que me seguían y que pronto me darían alcance me produjo un terror indescifrable. Corrí de manera vertiginosa para alejarme de ahí hasta que estuve demasiado agotado, cansado hasta la extenuación que me deje caer sobre el piso. Después de luchar infructuosamente contra la inconsciencia, me llevo preso a un mundo de somnolencia.

Cuando desperté de nuevo estaba recostado pero ahora sobre un liquido viscoso y demasiado pegajoso. Noté un amargo sabor en mi garganta, seguida de una extraña ligereza en mi cuerpo. Quise incorporarme: mis piernas y en general ninguna parte de mi cuerpo me respondía.

Una suave luz apareció de la nada, pronto se expandió de tal manera que cubrió todo el velo negro que antes me arropaba. De entre ese esplendor aparecieron bailando unas siluetas esqueléticas y deformes. De pronto una figura femenina apareció y se fue acercando a mí. Aunque no lograba visualizarla con nitidez, de alguna manera sabia de quien se trataba. Ella se detuvo, el tiempo lo hizo también. Sus labios besaron los míos y una sensación inexplicable atravieso mi alma. En seguida me retorcí de dolor, mi cuerpo comienzo a deformarse hasta alcanzar la misma forma de aquellos seres que bailaban.

Me puse de pie, ahora sin esfuerzo alguno. Me uní a su danza mortuoria, después de todo… ¿Quién juzgaría ahora mi estilo y forma de vida?, ¿Quién?