jueves, 24 de diciembre de 2009

Lázaro

Hace tiempo que permanece escondido, dejándose llevar por el azar de su memoria y la fluidez de su absurda historia. Pensando en el significado de su existencia, sin encontrar respuesta. Sus holgados e inmundos ropajes, apenas si cubren su esquelético cuerpo en estado de descomposición. Las bacterias y los parásitos jamás terminaron de realizar su trabajo, aunque el olor a podrido y el moho siguieron acrecentándose en gran parte de su ser.

Por más de dos milenios ha vagado por el mundo, provocando la más funesta repulsión. Lo han llamado; monstruo, zombie, vampiro y hasta un simple y vulgar chupa cabras.

Pero ya no sufre, porque se acostumbro al dolor. Ya no llora, porque sus lágrimas como ácido le quemaban sus mejillas. Ya no siente coraje, ni odio por los hombres que tienen oportunidad de morir. Porque sabe que ese celo lo haría terminar con ellos, erradicando de la tierra su huella.

Por eso ahí oculto, con su rostro lacerado por el mortecino pasar de los años, permanecerá con un solo pensamiento en su maltrecha mente; ¿Por qué fue resucitado?

viernes, 11 de diciembre de 2009

Filosofando

Cierto día, un adolescente se encontraba sentado en la banca de un parque. Entre sus manos sostenía un cráneo humano mientras observaba a un muchacho casi de su misma edad, que sentado a la sombra de un árbol escribía algún articulo, carta o algo parecido. Después de pensarlo un buen rato, por fin decidió acercársele para invitarlo a jugar.

—Que tal, soy Emil Cioran. ¿Cómo te llamas tú?

—Hola, me llamo Albert Camus.

—¿Eres extranjero? —preguntó inmediatamente Cioran.

—Así es, soy de nacionalidad francesa —contestó Camus.

—¿Juegas fútbol? —volvió a inquirir Cioran.

—¿Con el cráneo?, ¿no es demasiado fúnebre jugar con eso? —repuso Camus—. El fútbol, es todo lo contrario. Es alegría, júbilo y entusiasmo, es simplemente poesía colectiva.

—¡Lo único fúnebre de esta situación somos nosotros y aquel anciano que yace inerte en aquella banca! —comentó Cioran.

—Eres un pesimista —murmuró Camus con fastidio.

—Y tú absurdo —replicó Cioran irritado y con ironía—. Mejor invitaré a jugar al senil hombre.

—Déjalo en paz —dijo Camus con aplomo.

—¿Lo conoces? —cuestionó intrigado Cioran.

—Se llama Friedrich, es un filósofo alemán y está muerto —aclaró Camus—. Lo que ves es sólo su alma perpetua que no alcanzó ni alcanzará el eterno descanso. Por la aparente osadía de creer ser un superhombre e intentar asesinar a Dios.

—Mejor me voy, eres demasiado incongruente —recalcó Cioran

—Y tu demasiado incrédulo, adiós —se despidió Camus muy molesto poniendo fin a la conversación.