miércoles, 26 de noviembre de 2008

Androide

Recuerdo aquel día con tanta claridad. Fue en una exposición de tecnología en robótica que la conocí. Se encontraba como edecán en un stand. ¡Era enajenadamente perfecta!

Con el fin de apreciarla mejor, me fui acercando. Ella vio mi movimiento, se dirigió a mí, me mostró y ofreció unas mascotas robotizadas. Yo sonreí, aparentemente interesado, pero lo estaba más en ella, ¡que en cualquier artículo tecnológico de aparador!

Un poco tímido, le hice una invitación.

– ¿Gustas tomar un café conmigo? –Se me quedo mirando fijamente, como si me estuviera scaneando. Después sonrió y me dijo:

– Humm, aunque no bebo líquidos, ¡está bien, acepto! –me informó que en una hora terminaría su turno.

Un poco confundido por su respuesta, espere impaciente hasta que por fin transcurrieron cerca de 4,000 segundos, mientras consumía un cigarro tras otro.

De repente, escuche una voz tras de mi, ¡me sobresalte!

– Estoy lista— me dijo sonriendo, me tomó de la mano. Aunque sentí que me sostenía con demasiada fuerza, no proteste y nos dirigimos a un pequeño restaurante.

Solicité un whiskey, ella no quiso pedir nada, me indico que solo quería pasar un rato ameno. Entonces, comenzamos a conversar. Allí el tiempo trascurrió contrariamente a cuando la esperé. Poseía un intelecto impresionante, me comentaba que dominaba todos los idiomas que se hablaban sobre la faz de la tierra… De pronto, apareció un individuo que portaba en su traje un logotipo de la marca que patrocinaba el stand donde la conocí, me dijo amablemente:

–Lo siento amigo, me la tengo que llevar. –Ella se levantó, me agradeció la invitación. Enseguida me beso y, aunque sentí fríos sus labios, me hicieron estremecer. Fue tal mi descontrol emocional que no me dio tiempo de decir palabra alguna; todo fue tan espontáneo que sólo alcance a mover mi mano simbolizando una despedida.

Toda esa noche me la pase en vela, ¡tenía que volver a verla, y decirle que me había enamorado!

Al día siguiente, impaciente esperé fuera del lugar donde se llevaba acabo la convención. Cuando abrieron las puertas, corrí desesperado hasta el pabellón donde ella se encontraba. La vi, me acerqué. Tenía los ojos abiertos pero parecía no observar, ¡tenia la mirada perdida! Le hablé pero no me respondió. Cuando la iba a tocar, se acercó el mismo individuo trajeado que el día anterior se la había llevado.

Me saludo de manera afectiva y, con una sonrisa, me dijo unas palabras que provocarían en mí una catarsis emocional… ¡Sentimientos de dolor y sufrimiento!, que aun no logro estabilizar:

–Espere a que se cargue la batería, en unos momentos más la activaremos.

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